Sale aqui les va el reportaje
(tomado del norte.com)
Locos por los vochos Ricardo de la Fuente, en su Karmann Ghia, y Jesús Recio, de Loser Volkswagen Club.
Foto: Fernando Zapata Un estilo de vida que fomenta la convivencia
Por:María Luisa Medellín Monterrey, México (3 octubre 2010).- Jesús Recio tiene un Volkswagen 1956 con el que ha ido y regresado sin contratiempos a los concursos de vochos en San Antonio.
Una de esa ocasiones la lluvia lo sorprendió, y aunque el agua se introdujo al interior, el cochecito no detuvo su marcha.
"No se rajó", lanza orgulloso Jesús, de 37 años y presidente del Loser Volkswagen Club.
Tal vez el nombre de la agrupación no sea atractivo, pero, como la decena de clubes de vochos de esta metrópoli, tiene su historia.
"Participamos en un evento y el carro de mi hermano Raúl, un Volkswagen 69 en muy buenas condiciones, no ganó el premio en la categoría de originales 60-70, se lo dieron a otro que, la verdad, no lo merecía.
"Entonces, Raúl puso la palabra loser (perdedor) en el vidrio de su propio auto, y ahí decidimos, en forma irónica, que así se llamaría nuestro club; lo iniciamos con dos amigos más, en agosto de 1999", explica sonriente este joven moreno y espigado.
Desde esa fecha se han dedicado a conservar estos vehículos y a cultivar amistades con la misma afición.
Así como las mujeres precisan estrenar bolsas y zapatos, ellos no podrían estar sin vochos que restaurar para que luzcan cada vez mejor.
Aparte del modelo 56 anaranjado y reluciente, Jesús tiene otro del 67.
Raúl es propietario de otro 56 y uno 67 y de dos combis, 65 y 66, que han logrado reconocimientos dentro de la comunidad vochera, en donde la máxima parece ser: amar a los VW igual o más que a sí mismos.
EL VOCHO ES PARTE DE LA FAMILIA
Jesús cuenta que el virus de la vochomanía lo contagió desde niño, un rasgo común entre los miembros de clubes, quienes también empezaron a manejar en un vochito.
"A mí me dices
y me vienen recuerdos de épocas felices. Era el auto en el que salíamos de paseo y vacaciones. Era parte de la familia.
"Me acuerdo del modelo 70 verde aceituna en el que papá nos llevaba a la escuela", evoca con cariño.
Jesús dice que muchas de sus charlas con Raúl, dos años menor que él, giran alrededor de estos compactos, que algo tienen de entrañable.
Basta recordar a Herbie, un modelo 58 con mente y personalidad propia, que en 1969 protagonizó la película "Cupido Motorizado", donde un corredor de autos termina unido a él. Otra versión aparecería en el 2005, con una Lindsay Lohan todavía dulce e inocente.
Es paradójico que el vehículo construido a solicitud de Hitler y realizado por Ferdinand Porsche perdurara por décadas en el gusto de tantos, considerando lo poco aerodinámico y diferente a los lujosos coches de 1945, cuando surgió en Alemania.
Más aún, que tras decir adiós en el 2003, a los 58 años de vida, y luego de que México fuera el último país en fabricarlo, conserve un sitio tan especial: el de un amigo o casi miembro de la familia.
CONVIVENCIA FAMILIAR A Jesús le divierte que por incluir "loser" en el nombre de su club hay quienes prefieren formar o integrarse a otros, aunque continúen siendo amigos.
A algunos, como Ricardo de la Fuente, les tiene sin cuidado. Saben que se trata de un juego.
De hecho, en Zacatecas hay una sucursal del club, y la membresía en Monterrey alcanza el medio centenar.
"Lo mejor de pertenecer a un grupo así es la convivencia familiar, porque a las reuniones y a los eventos en distintas partes de la República, y a veces en Estados Unidos, van los papás con los hijos, la esposa, o los novios, y se hace muy buen ambiente", subraya Ricardo, comerciante de 36 años, alto y de bigote.
Él conduce un Karmann Ghia 74, la última versión que salió de este hermano refinado del
; y tiene otro 66, en restauración.
El Karmann es un deportivo de dos plazas, que se fabricó en Alemania cuando el mundo se recuperaba de la Segunda Guerra Mundial.
"Las piezas sólo las consigues en el otro lado, porque estos carros fueron de los más importados a Estados Unidos, y a veces batallas".
En estos días anda tras unas piezas muy escasas, una tarea equiparable a descubrir un tesoro; los miembros del club e incluso de otros están atentos.
PASIÓN POR EL VOCHO Hace unos meses, René Suárez, presidente del club Old School Volkswagen Monterrey, vendió su combi 66 a un coleccionista, y ya la extraña.
"Mi esposa decía que era mi novia, porque le dedicaba más tiempo que a ella y a mis hijas, aunque los fines de semana nos paseábamos ahí", ríe este hombre afable, de mediana edad y cabello escaso.
"Ella (la combi) estuvo conmigo 12 años. Jamás pensé venderla, pero de repente surgen algunos pendientes en la casa, y ni modo. Tengo muchas historias con ella", expresa como si hablara de un ser muy querido.
Menciona que la compró en condiciones deplorables y la mandó reconstruir poco a poco.
"Hubo que cambiarle pisos, largueros, pintura, puertas, máquina, suspensión, cristales, volante. Hice muchos viajes en mi combi y la mejor sensación fue ir cruzando Austin y que la gente sonara el claxon con el pulgar en alto".
René, gerente de una empresa, platica que la fama de su vehículo traspasó fronteras, ya que apareció en revistas especializadas, como Hot VW, de Estados Unidos; Camper and
, de Londres, Inglaterra; y Vochomanía, de México.
"En Estados Unidos, donde se arreglan carros de altísimo nivel, obtuvo premios como mejor auto del show".
Aunque no es el único orgullo de su colección. A lo largo de su vida ha tenido unos 20 vochos que ha ido adquiriendo y cambiando, entre ellos un VW negro 1960.
"Le cambié máquina, rines, transmisión, lo eléctrico, etcétera", enumera orgulloso, y añade que en Old School, perteneciente a la Asociación Nacional de Clubes VW de México, y de la que es secretario, se caracterizan por arreglar los autos a la antigua escuela.
"Es un estilo californiano, con excelente pintura, rines de lujo, motores modificados de gran potencia y rendimiento, No manejamos luces neón o estilos muy locochones".
Una satisfacción es que cuando viaja con su
por las carreteras de Texas, a donde va a participar y ha traído premios, alcanza los 140 kilómetros por hora, igual que los autos nuevos.
Si bien Old School nació en abril de 2008, sus miembros son viejos conocidos en este medio, donde cada quien se congrega según el estilo de arreglar los autos, la edad y la química personal.
"Pero a todos nos hermana la pasión por el
, que comenzó a volverse un ícono".
LA HERMANDAD DEL VOCHO Arturo Espinosa afirma que la gente lo conoce más por su Volks Rod, al que apodan Cucaracho.
Es un auto rojo modificado al extremo, con el capacete abierto y el cofre alargado.
Arturo era gerente en una agencia de autos, pero un buen día decidió que quería hacer algo diferente, donde no estuviera encerrado, y puso su propio taller.
Robusto, moreno y no muy alto, dice que platicando con su esposa le surgió la idea de armar un carro.
"Fui a un local donde la gente ofrece sus carros antiguos y encontré un súper Beetle 72, que es mi año de nacimiento, y me lo llevé sin fijarme cómo estaba".
Un año le llevó el proceso de restauración, del que dejó constancia en youtube, y que se puede ver al teclear "volks rod".
"Volks rod es un estilo que arrancó en Canadá y Alemania, pero es innovador en México, sin polveras, con dos, tres cambios tipo chopper", detalla sonriente.
A raíz de esto se integró a un club para compartir su proyecto, y hace año y medio formó Regio Volks.
"Somos unos 40 que nos reunimos cada jueves para platicar de lo que hicimos y vamos a hacer en los carros. Salimos en caravana algunos fines de semana y nos damos trabajo unos a otros, porque estamos en distintas áreas.
"Claro, se necesita el apoyo de la familia porque sí le inviertes mucho tiempo a los coches, pero van conmigo a los eventos, y es bonito porque como el mío es un auto diferente me ponen en exhibición. Casi no tengo con quien competir, apenas hay uno o dos de este tipo".
A las sesiones, donde hay hasta 20 ó 30 autos, han llegado militares y policías para saber con qué propósito hay tanta gente reunida.
"Llegan muy enérgicos y se van con una sonrisa, porque ven que nos une una afición".
En este club, casi todos los vochos tienen nombre. Está el BBlitros de Arturo Salas, recortado y verde vibrante, donde los niños quieren fotografiarse porque parece de juguete.
El Penúltima Edición, de Arnulfo Cadena, un constructor que adquirió este modelo 2000 en blanco, que se hizo para conmemorar el fin de milenio, y en el que se le puede ver por la Ciudad.
El Simpson, de Eleazar Rosales, un modelo 69, amarillo, que compró para que su hijo no corriera a altas velocidades, pero que prefirió restaurar y quedárselo, y ya ha ganado primeros lugares en su categoría.
Es el bebé de casa y Eleazar le compró "un hermanito" modelo 67, que va a restaurar.
Los de Gustavo Paz no tienen nombre, son del 64 y 94, más una combi 69.
"Te vas encariñando con ellos, porque cada que llega un nuevo
integrante presenta su coche, platica de él y entre todos buscamos piezas que nos faltan, muchas por internet", comenta Gustavo, dejando ver la camaradería en esta gran familia.
Y aunque el
dijo adiós en el 2003, sigue rodando con fuerza entre esta hermandad que permanece fiel frente a su volante